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Guillen Manuel Forcada

Poner fin al sufrimiento del pueblo palestino.

Cada cierto tiempo, el conflicto palestino – israelí, salta al escenario internacional. Uno empieza a cuestionarse la oportunidad en que se desata el momentum del conflicto. De acuerdo a la manifesta oposición al uso de la violencia con fines políticos, tal y como viene siendo habitual en la postura política de Tierra Aragonesa, quiero manifestar, como presidente de TA, nuestro apoyo y solidaridad al pueblo palestino en estos momentos tan difíciles y de tanto sufrimiento.

La desmesura de la respuesta del ejército isralí ante la ruptura del alto el fuego por parte de Hamás, está ocasionando un importante número de víctimas mortales civiles, además de numerosos daños materiales en las infraestructuras civiles, algo de lo que sólo podemos expresar nuestra más firme repulsa y condena.

Por otro lado, tanto Hamás como el Gobierno israelí, son plenamente conscientes de la situación, y de las consecuencias de cualquier acción por parte del contendiente. El aislamento de Hamás y su búsqueda de reconomiento por parte de la comunidad internacional, intentando identificarse con la población civil de un lado, y la cercanía de las elecciones legislativas en Israel, por el otro, hacen de este nuevo episodio bélico una macabra maniobra electoralista por ambas partes, donde el pueblo llano, es el que sufre.

Creo honestamente que es obligación de todos los líderes políticos mundiales, principalmente de los afectados, la recuperación del diálogo y de las conversaciones de paz que nunca debieron abandonarse. Por encima de los intereses de partido deben de primar los intereses de la sociedad desde la honestidad. Es de vital importancia que se recuperen las conversaciones de paz, y para ello es la presión internacional, desde todos los ámbitos la que puede ser determinante, para que ambos bandos queden obligados a sentarse en la mesa de negociaciones.

Hasta que esto no suceda, seguiremos viendo sangre, corrupción y odio, alentado por quienes a uno y otro bando dan cobertura política y financiera. Lo peor de todo es que uno se acaba cuestionando la utilidad de la propia Organización de las Naciones Unidas, tan necesitada de una reforma, que nunca llega, pero siempre se habla de ella.

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